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Los trabajos de Alfonso de Borja a favor de la reconciliación entre
Alfonso el Magnánimo y la Santa Sede le valió el premio del cardenalato.
El Papa Eugenio IV nombra Cardenal al Obispo de Valencia, Alfonso de
Borja y le concede el título los Cuatro Santos Coronados de Roma, el 2
de mayo de 1444.
Muy pronto el nuevo cardenal marcha a Roma, el 12 de julio de 1444.
Allí llevó una vida sencilla, austera, sin ningún escándalo, alejado de
todo lujo.
El único beneficio que quiso conservar fue su obispado de Valencia. No
desempeñó ningún cargo importante en la Iglesia. Su vida se desarrollaba
de manera muy discreta.
Pero a pesar de todo ello, el Magnánimo no dejó vivir en paz al cardenal
de Valencia. Eran muchas las prebendas que el rey quería lograr del Papa
Eugenio y utilizaba a Alfonso para que éste intercediera.
Muchísimas veces así ocurrió.
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Escudo del
Cardenal Borja |
En más de una ocasión se enfrentó con el rey, al excederse en tanto
privilegio para el Reino de Aragón.
El cardenal Borja vivía en la mansión adjunta a su basílica de los
Santos Coronados, en el monte Celio de Roma. Dicen los historiadores que
Borja siempre llevó una vida ejemplar y actuó de manera modesta entre el
Colegio Cardenalicio.
Sirvió a dos papas como cardenal y como jurista, ambos papas le
encomendaron juzgar muchas causas que Alfonso pudo solventar.
Más tarde recibió del pontífice una misión que llenó de entusiasmo y
satisfacción al cardenal Borja: comisario del proceso de canonización de
san Vicente Ferrer. Atendiendo las peticiones de los reyes de Castilla y
de Aragón y el duque de Bretaña y así Nicolás V, el 18 de octubre de
1451, le encargaba esta hermosa misión.
Don Miguel Navarro en su libro tantas veces citado, en la página 204
dice: “como es sabido, uno de los primeros actos de Alfonso de Borja,
cuando se convirtió en Calixto III, fue proceder a la canonización de
san Vicente Ferrer. Tras recabar el asentimiento de los cardenales, el
Papa Borja dispuso celebrar la ceremonia el domingo 23 de mayo de 1455,
pero no pudo llevarla a cabo a causa de la amplitud del proceso, que
hizo imposible la lectura completa de la relación del mismo. La
canonización se pronunció el 29 de junio, en la basílica vaticana”.
El Cardenal de Valencia, una vez instalado en Roma, siguió la política,
gracias a su influencia ante el Papa, de intensificar el
engrandecimiento de su familia. Quiso beneficiar a los suyos. Y de ellos
se rodeó. Los primeros fueron sus sobrinos: Lluís Joan de Milá para
quien consiguió una canonjía en la catedral de Valencia. Luego logró
cuatro canonjías más para otros sobrinos. Pero no paró la cosa ahí. Para
Lluís Joan pidió el nombramiento de canónigo y Chantre de la Colegiata
de Xàtiva y Rodrigo una canonjía en la catedral de Lleida.
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Plaza de
san Pedro |
Probablemente el cardenal hizo venir a Roma a sus sobrinos Pere Lluís y
Rodrigo de Borja en 1449; al tenerle cerca mejor les podía promocionar.
Pere Lluís fue destinado a la carrera de las armas y enviado al servicio
del rey en la corte napolitana.
Rodrigo fue enviado a estudiar y perfeccionar su educación. Todos
quedaban admirados de la inteligencia de Rodrigo de Borja. Así nos lo
describen: “Es hermoso, de rostro alegre y aspecto agradable; su hablar
es elegante y dulce; le basta mirar a las mujeres hermosas para
cautivarlas y suscitar en ellas rendidos sentimientos de amor; las atrae
de modo admirable, más que el imán al hierro; aunque se cree que las
deja marchar intactas”.
Mientras duraba el estudio de sus sobrinos el cardenal buscaba puestos
importantes en la Iglesia para ellos. Rodrigo llegó a ser también
canónigo de nuestra Colegiata. Y luego se le concedieron las parroquias
de Cullera y de Sueca, que habían quedado vacantes.
A pesar de todos estos arduos negocios, el cardenal de los Cuatro Santos
Coronados, llevó en Roma una vida tranquila y modesta, sencilla y
sobria, muy modesta, nada quiso para él. Pensaba que iba a morir pronto
y pidió al Papa permiso para hacer testamento.
La Divina Providencia le reservaba siete años más de vida que serían los
más extraordinarios y brillantes de su vida.
Al morir el Papa Nicolás V se cumpliría la profecía pronunciado por san
Vicente Ferrer muchos años atrás.
Cuando el 4 de abril de 1455 los quince cardenales presentes en Roma se
reunieron para elegir al nuevo Papa, nadie podía pensar en el anciano
cardenal de Valencia, Alfonso de Borja.
Sin embargo las luchas entre distintas familias, y la Providencia que
siempre actúa, valiéndose también de las miserias humanas, los
cardenales eligieron como Papa a Borja que escogió el nombre de Calixto
III. Hace ahora 1550 años.
Los contemporáneos a Calixto III tenían muy buena opinión del nuevo
Papa. El futuro Pío II lo consideraba “el más eminente entre todos los
que profesaron la ciencia del derecho en su tiempo”. El obispo de Nocera
definía así al Papa Calixto: “un hombre de grandísima santidad, letras y
de gran inteligencia”. Otras opiniones afirman que es un hombre de
grandes virtudes y de enorme mansedumbre. Incluso el autor anónimo de un
Diario le llama “hombre de una vida católica”.
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Cáliz que
Calixto III regaló a la Colegiata |
También los florentinos se alegraron de la elección del cardenal de
Valencia y le enviaron la felicitación en la que afirmaban que Calixto
III era “un hombre de gran piedad, bondad y religiosidad y de grandísima
sabiduría”.
El santo arzobispo del Arno decía a su sobrino que los recelos
existentes entre los italianos ante la elección de un Papa español,
pronto se desvanecerían porque el nuevo Papa tenía fama de bondadoso y
de sabio, además de un gran humor y alegría. Y finalmente, el santo
dominico en sus Crónicas escribe que Calixto III era considerado “varón
de gran justicia y equidad, de buena vida y fama loable, amén de gran
jurista”.
Por toda Roma se comentaba su parquedad en la comida, su moderación en
el hablar, su afición al estudio, su dulzura en el trato y su pasión por
la cruzada. Un hombre, en definitiva, de gran ánimo para su edad, que
“en todos los aspectos de su vida fue integrísimo”.
Me encantaría que muchos que airean continuamente y 500 años después, la
leyenda negra de los Papas Borja estudiaran detenidamente la vida del
primer Papa valenciano de la familia Borja y pudieran descubrir la
grandeza de Calixto III y su vida santa.
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